¿Cuántas familias habrán quedado marcadas así?

Flor Alkorta y una historia familiar:


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Este relato tenía una forma hasta hoy, pero hace 20 minutos me fue revelado un dato esclarecedor que me acaba de romper el alma en mil pedacitos.
Acá va. 

“Creo que maté a un hombre y me voy a morir sin saberlo”

Esa frase me la dijo mi viejo hace un par de meses, 3 semanas antes de morir.
Tenía 89 años y este relato nunca se lo había contado a nadie. Mi vieja, casada con él por 53 años, nunca había escuchado nada sobre este hecho. 

La charla fue en la cocina, 8 de febrero de 2024, ese día él cumplía 89 y ya venia un poco mal de salud.
Estábamos tomando mates con mamá. Con torta de naranja, que había preparado ella. 
Él, como siempre, hablando de sus achaques, y decía su famosa frase: “este es mi último cumpleaños”.
En realidad era un hombre muy pesimista y esta expresión la venia repitiendo cada 8 de febrero, desde el día en que había cumplido 70 años. 
Ya era una especie de chiste que se escuchaba en todos sus cumpleaños, y también durante las fiestas de fin de año “esta es mi última navidad”, decía, en cada brindis. 
Le respondí con el chiste de siempre: “y sí, un día va a ser tu último cumpleaños, alguna vez, por una cuestión lógica, con el pronóstico la vas a pegar”.
Y toda la familia se reía, excepto él, que lo decía muy en serio.
Estaba convencido. 
Él pasó sus últimas 2 décadas pensando que le quedaban pocos días vida.
Era la persona más dramática y pesimista del universo.Este 8 de febrero estaba pensativo. Apagado.
Le estaba costando respirar bien, porque tenia problemas cardíacos y un comienzo de EPOC. 
En un momento, tomando mate, se queda callado y me dice “este año estoy peor, no me siento bien”.
Yo lo empecé a gastar “¡el último cumpleaños!!!”. Nunca se reía cuando yo me burlaba de él con su clásica frase. Era un acuariano muy cabrón. 
Asiente con la cabeza y me dice: “El último. Este es el último.
Pensar que me voy a morir y nunca voy a saber si soy el responsable o no de haber matado a un tipo”.¿QUÉEEEEE? 

Silencio. Mi vieja se altera: “Horacio, ¿qué decís, si vos nunca le hiciste daño a nadie. Ni siquiera te agarraste a piñas con alguien en tu vida”.

A mi viejo se le empañan los ojos. Yo me puse loca “¿que pasó, atropellaste a alguien de joven y no paraste?”. 

Papá me dice: “No. Me hicieron formar parte de un fusilamiento”.

Mas silencio.
Silencio atroz.

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Vamos a contextualizar la época. Año 1955. El servicio militar duraba 2 años. Mi viejo era del 35, asi que le tocaba la colimba. 

(Calculo que por la fecha le debería haber tocado un año antes pero creo que pidió prórroga porque debía materias del colegio industrial y las quería dar, o algo asi).

En 1955, según me contó, faltaban policías en la ciudad (en ese año no había 🚦, aparecen unos años después. 

La ciudad de Buenos Aires estaba creciendo mucho y la Dirección de Tránsito, que dependía de la Policía Federal, necesitaba muchos 👮‍♀️ en las esquinas para que, con sus silbatos y señales, ordenaran el trafico de autos, colectivos y tranvías. 
En el año 55, segundo gobierno de Perón, salió una resolución (o algo asi), en la que a los jóvenes sorteados para hacer el servicio militar, se les daba la opción de optar por ser “agentes” de policia por un año y con eso quedaba saldada la colimba. 

Mi viejo ni lo dudó: “me banco solo un año de cana, parado en una esquina, y es mucho mejor que perder 2 años enteros en un cuartel”.

Papá ingresó en la policía y su labor era recorrer las calles y dirigir el transito.

Aquí un retrato del momento

Como estaba en la zona donde se encuentra el hospital Borda, muchas veces tenía que encargarse de agarrar a los pacientes que se escapaban saltando los muros y volverlos a llevar. 
Contaba mi padre: “Se les fugaban muchos tipos a los del manicomio, a la noche los encontrábamos deambulando por la calle y los llevábamos de vuelta a internarse”.
Su función de cana de esquina era tranquila, y como siempre andaba por la misma zona, la gente lo conocía. 
Me contó que los vecinos le alcanzaban viandas con comida, que cuando hacía calor le daban agua, y que salió con alguna que otra piba del barrio. Él la pasaba bien.
Todo fue tranquilo hasta septiembre, que acontece el golpe de estado, bombardean la Plaza y llega la Libertadora. 
A mi viejo le faltaban 3 meses para terminar el servicio.
De pronto le cambió todo el panorama.
Las labores a desempeñar ahora eran otras. Se le empezaron a exigir cosas que ya nada tenian que ver con dirigir el transito ó restituir a los pacientes fugados del Borda. 
“La orden era salir a la vía publica a agarrar tipos que distribuyeran una especie de diario socialista” Él decía que había un diario que circulaba clandestinamente y que se distribuía por las calles de manera solapada. Si te agarraban repartiéndolo, “ibas preso”. 

Llega la parte espantosa. Mi padre avanza con el relato.

“Un día, espiando en una parada, los oficiales agarran a un hombre que repartía el diario este.
Lo detuvieron y lo trajeron a la comisaria”. 

Yo con la torta de naranja, tranquila, pensando que me iba a contar que lo metieron en cana.
No.
Mi viejo me dice: “Nos hicieron ir a todos al patio, éramos 10, 12, agentes, no me acuerdo.
Nos pararon en fila y nos dieron un arma a cada uno. Nosotros no entendíamos nada” 
Prosigue mi padre.
“Trajeron al tipo del panfleto, y lo pusieron atado de manos, frente a nosotros, apoyado sobre la pared.
Nos dijeron que teníamos que apuntarle al pecho, que todas las armas tenían balas de fogueo, excepto una sola, que tenía balas de verdad”. 
Mi vieja y yo, estáticas. A él la voz se le iba quebrando, miraba el mate fijamente y los ojos se le iban poniendo cada vez más vidriosos.
“Nos dieron la voz de mando y disparamos. El tipo cayó al piso. Después tuvimos que levantarlo y llevarlo a un depósito”. 
Se cebó un mate, con la mano temblorosa, y volvió a decir lo mismo del principio “toda la vida me quedé con la duda si el que mató a ese tipo fui yo”. 
Le empece a hacer preguntas y le pedí grabar el testimonio para subirlo a redes y ver si alguien tiene un tío, padre o abuelo (de 88, 89 años) que haya sido parte de este hecho, o de alguno similar. Pero no quiso volver a hablar del tema. 
Yo creo que se angustió mucho. Aunque tenía mucha habilidad para disimularlo. Tenía sangre vasca y alemana. Durísimo. Un rictus impenetrable.
Dijo que estaba muy cansado y que quería ir a dormir la siesta. 
Yo me quede tildada. Y entré a maquinar a lo loco porque a él a los 45 años se le declaró una fuerte depresión que lo acompañó hasta el fin de sus días. Depresión que le arruinó la vida a él y por supuesto a mí, que tuve que crecer viviendo con el martirio de su enfermedad. 
Me empecé a preguntar si esa depresion ya la traía en su ADN, si ya venía predestinada en su constitución psíquica,o si no fue producto de haber tenido que integrar un pelotón de fusilamiento que le quitó la vida a un hombre cuyo delito había sido repartir un diario clandestino. 
Me di cuenta de que durante 70 años, este hombre, que era incapaz de matar una mosca, tuvo que cargar en silencio con semejante trauma.
¿Sería ese hecho espantoso, el que nunca pudo contar, el que le provocó esa tristeza que lo fue consumiendo y apagando a lo largo de su vida? 
Al otro día lo visité y le empecé a hacer preguntas. Se puso reticente. No quiso volver a tocar el tema.
Lo llamé una tarde para pedirle detalles y me dijo que “no se acordaba mucho y que no quería hablar porque le dolía mucho la espalda”. 

Una semana después se descompensó, lo internamos y a los pocos días terminó partiendo a otro plano.

Me alivia que pocos días antes de morir lo haya podido contar. Pobre pibe, 20 años.
20 años y quemarle la cabeza así. A él y a los otros 9, 10 que estaban con él. 

Sí, ya sé: y pobre el fusilado, que debe haber sido uno de vaya a saber cuantos “delincuentes” que terminaron acribillados en una comisaria por repartir un diario clandestino socialista.
Obviamente que lo mas grave es la víctima fatal. 
Hay una persona que nunca mas volvió a su casa. Y vaya a saber si la familia se enteró de algo, y si les entregaron el cuerpo.
Pero bueno, la historia que estoy contando es la de mi viejo, que si bien no fue la víctima fatal, fue obligado a hacer semejante cosa con apenas 20 años 

Este relato terminaba aca. Pero no.

NO NO NO.

Plot Twist:

La llamé a mi vieja recien para leérselo, y se pone a llorar y me dice “nunca te conté esto porque tu papá siempre lo negó, pero Emilia y Choli una vez me contaron algo”.

//Dato: Choli era el hermano de mi abuela paterna, tío de papá. Emilia era su esposa.//

Sigue mí madre, recién, entre llantos: “Choli y Emilia me contaron que cuando tu papá tenía 20 años, después de terminar con el servicio de la policía… 

…cambió su personalidad.
Se tiró en la cama y no se pudo levantar durante un año.
Emilia iba a cuidarlo por las tardes, estuvo un año entero en su habitación en silencio mirando el techo”. 
De este dato me acabo de enterar HOY, 27/04/24.
Le pregunto a mi vieja si en estos 53 años habló de ese tema con el, y me dice que ella se lo mencionó y que papá se lo negó toda la vida, “pero Emilia y Choli me lo contaron, ambos por separado. Los 2 me dijeron lo mismo” 
No puedo creer que por haberle leído este escrito a mi vieja me estoy enterando hoy de esto.
Es terrible.
Le arruinaron la vida a mi viejo.
Y nunca lo pudo contar.
20 años. Pobrecito. 
Bueno. Este es el relato, con terrible descubrimiento HOY mismo, mientras lo escribía.
Si alguien tiene data de este episodio o similar (esto fue entre septiembre y diciembre del 55) por favor contácteme.
Debe haber habido muchos casos .
Abrazos a todxsAcá papá en servicio 👇🏼
Lloro.
Hasta acá el hilo.
Chau 

Ah, importante: Aviso a los trolls libertarios que papá era de derecha y 100% antiperonista.

No pudo votar porque andaba mal de salud pero su voto era para JxC.

Asi que no me corran por ahi porque me van a hacer escupir el mate de la risa y la voy a terminar quemando a la gata

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