Una Reflexión Necesaria
En principio, un agradecimiento a todos los amigos de
Trinchera, a quienes nos siguen y a quienes se referencian en algunas de las cosas que expresamos. Consideramos que se hace necesario algunas reflexiones sobre lo que somos o sobre lo que pretendemos ser, y sobre lo que esperamos y deseamos de nuestros amigos.
Trinchera es un espacio de información y de pensamiento político, pero deberíamos recordar que, ese pensamiento político que tratamos de desarrollar, es un pensamiento militante que tiene propósitos cercanos y se guía por vectores de acción estratégica. Es por ello que la información que proporcionamos, es siempre altamente significativa para esos propósitos que nos guían.
No somos, entonces, un portal de prensa; sino un espacio de formación política. Desde ya que actuamos en situaciones extremadamente difíciles y hostiles, en que cada esfuerzo que realizamos va destinado a un propósito determinado.
Nos esforzamos en la formación de la conciencia nacional y dada la acción canalla y desvirtuadora de la izquierda cipaya, nos preocupa recuperar, asimismo, la conciencia de clase de los trabajadores; hoy totalmente anulada por las prácticas de asistencialismo y de servidumbre. Con diez mil comedores y diez millones de asistencializados, la situación difícilmente pueda ser más compleja y ardua de confrontar. Por eso mismo, es que no podemos perder esfuerzos, ni tiempo, ni palabras.
Nuestra lucha es en el campo de las epistemes, donde la idea de lo nacional se ha perdido tanto como el discernimiento entre lo que es fundamental y lo que resulta accesorio. Es por ello que nos preguntamos cuál es la verdadera razón que nos conduce a debatir sobre la hidrovía, o acaso sobre la reforma agraria. Sobre el rol de la Corte Suprema o el ardid de que, cada vez que uno critica al oficialismo, se nos empuja a sobreentender que la opción sería el macrismo. No es que se estén burlando, han comprado su propio discurso y ya han devenido simuladores profesionales; expertos en el arte del doble discurso y que tal, como les aconsejaba Horacio González, se han hecho expertos en la disputa por el contenido de los conceptos…
Por eso decimos que la lucha se da en el universo de las epistemes. Han repetido tanto aquello de Verdad, Memoria y Justicia que han logrado que vivamos en la mentira, en la desmemoria y en la inequidad.
Para ellos, la política es un arte de malabares, o sea de engaños. Nos dicen que llueve y nos están meando, dicen alimentar a la gente y les dan soja transgénica y comida chatarra, dicen hacer política y en verdad, están haciendo negocios. Han logrado desmembrar al pueblo argentino y lo han fragmentado hasta convertirlo en una masa manipulable. Nos han quitado la dignidad y los sueños que tuvimos. no sólo la cultura del trabajo.
En algunos casos, nos proponen ahora proyectos de recuperación, tanto en lo cooperativo como en lo rural; más debemos comprender que intentan reconstruir -a su imagen y semejanza- sobre la tierra arrasada que ellos llevaron a cabo.
Era necesario acabar con el peronismo, tanto como con el movimiento obrero organizado. Querían imponer el liderazgo de sectores medios progresistas y lo han logrado. El costo ha sido catastrófico y la lucha no ha terminado, porque quedamos algunos capaces, todavía, de recordar que son advenedizos y que se basan en la mentira y el doble discurso. Están esperando que nos muramos para tergiversar definitiva y oficialmente la historia de este país, por cuya liberación tantísimos dieron su vida. No tenemos mucho tiempo y nuestras fuerzas son escasas. Por eso pedimos a los amigos de
Trinchera valorar lo que hacemos, colocar
Me gusta, replicar las cosas que publicamos; porque ahora, en medio de la pandemia, es importante que abramos paso a las redes de rebeldía digital.
Ellos son la contrainsurgencia, y lo son, aunque profresen el leninismo. Son aquello que enseñaron los coroneles franceses que llegaron al país en 1959, poco antes del Plan Conintes y que, durante varios decenios reeducaron al ejército argentino en las prácticas contrarevolucionarias, aprendidas en Indochina y en Argelia, desde el quinto piso del edificio Libertador. Esa inteligencia militar nunca dejó de operar, y aún lo sigue haciendo. En el año 1983, cuando volvió la Democracia, cada político importante se reportaba a un oficial de inteligencia, o lo hacía acaso alguno de sus allegados.
El desguace menemista del ejército, desbarató toda posibilidad en la defensa nacional de nuestro país. Sin embargo, paradójicamente, se fortalecieron los organismos de la inteligencia y de la contrainsurgencia. Da prueba de ello el General Milani, quien con Cristina llegó desde los servicios de informaciones a la jefatura del ejército. Nunca había ocurrido algo semejante, pero entonces se justificaba, porque el sistema mundo se había globalizado y, tanto derechas como izquierdas, defendían las mismas políticas de Estado.
La lucha política devenía en los meros juegos del poder, y ahora ocurre lo mismo con las luchas sociales, cuando vemos que muchos de los que cortan calles son funcionarios. Cuando centenares, otrora subversivos, hoy son dirigentes en los diversos ministerios, y deciden las políticas sociales, educacionales y económicas.
La superestructura de poder que han montado, resulta impresionante; tanto como el desarme moral de nuestro pueblo y de nuestra militancia política. Sin embargo, siguen siendo enormemente vulnerables; en la medida que nos plantemos ante ellos con la verdad, con la conducta y en actitud de servicio. Más de una vez hemos demostrado esa vulnerabilidad, a veces, con una pintada en un muro que se viraliza; otras, con un video en que se vuelva a recoger el legado de los dicursos. Ellos no son más que la vidriera irrespetuosa del cambalache discepoliano, y nos han convertido en una ciénaga moral porque se lo permitimos, y porque entregamos nuestro espíritu. Basta con que nos pongamos de pie y ejerzamos el derecho a la palabra indignada y al amor activo por los nuestros; que procuremos la autonomía en las decisiones grupales, y que seamos capaces de autoabastecernos, para que no se nos chantajee con el hambre.
Ellos son muchos y tienen todo el poder, pero ese poder disminuye día a día y las estanterías de simulaciones y medias verdades que han construido, se les caen a pedazos.
Nosotros somos pocos, pero cada vez somos más, y tenemos la alegría de luchar por nuestra patria y nuestro pueblo. // JORGE EDUARDO RULLI.
Grupo de Reflexión Rural