El pensador de la extrema derecha, Jack Donovan radicaliza al machismo

The Intercept

Rosana Pinheiro Machado

28 de Mayo de 2019, 3h02

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Instagram de Jack Donovan posa al lado de la estatua de Nietzsche en el memorial destinado al filósofo en Alemania.

Con cuerpo de halterofilista tatuado, vistiendo pantalones camisetas justísimas y con la cabeza rapada, el escritor norte-americano Jack Donovan incorpora a la hipermasculinidad en sus apariciones públicas. Su vestimenta remite a la guerra, caza, vikings.

Donovan está listado como uno de los 15 más influyentes pensadores de la extrema derecha de todos los tiempos y uno de los cinco más relevantes e innovadores de la nueva generación de intelectuales según la selección organizada por el historiador Mark Sedwick, en la obra Key Thinkers of the Radical Right, recién lanzada por la Oxford University Press. Lejos de ser un fenómeno aislado, el pensador de moda mueve corazones y mentes, inclusive en Brasil.

Según el perfil realizado por el escritor Matthew Lyons en el libro, Donovan é el responsable por la radicalización de la misoginia en la extrema derecha. Los cristianos de la derecha norteamericana ven en la mujer un papel sumiso a los hombres, pero ellas todavía tienen un lugar de afecto y significado. Ya el movimoento de nacionalistas y supremacistas blancos, la alt-right, consideró por mucho tiempo que las mujeres podían contribuir para el movimiento. Donovan ni siquiera eleva a las mujeres al status de humanidad. Su teoria de supremacia masculina – o “anarco-fascista” – glorifica al cuerpo del hombre y excluyó el de las mujeres.

Jack Donovan es homosexual, pero repudia a la cultura gay.

¿Sus ideas? El globalismo y la civilización feminilizan a la humanidad, debilitando a la naturaleza viril del hombre que encuentra su esencia en la hostilidad. Recurriendo a la filosofia de Nietzsche, él naturaliza a la esclavitud y genocidios y recomienda liberar a las mentes tribales. El “tribalismo bárbaro” significa actuar en bandas, seguir su naturaleza depredadora y violenta, creando comunidades de deportes, artes marciales y caza.

Donovan es homosexual, pero repudia a la cultura gay. Para muchos machistas como él, la heterosexualidad y la familia nuclear son degenerativas porque presuponen una asociación con mujeres. El autor se coloca como un “evolucionista”, reivindicando la vuelta a un pasado en que la mujer tendria una función sólo reproductiva, y a las relaciones sexuales entre los hombres serian las deseadas. Las mujeres son meros trofoes de la bravura de esos guerreros.

Tanto en sus libros, traducidos a diversas lenguas, como en sus conferencias, que arrancan aplausos emocionados del público, Donovan alerta: las mujeres están teniendo un papel dominante en el mundo en todas las esferas de la vida social. Ellas están atacando a los hombres, que son víctimas. De este modo, él hace también un llamado revolucionario: Los hombres están confusos y perdidos en su esencia. Ellos necesitan unirse para rescatar la honra y reencontrar el propósito de la existencia.

Las ideas de Donovan y el tio bolsonarista

La analista feminista Joanna Burigo vem ha llamando la atención en varias de sus columnas hacía como debemos interpretar al momento político actual via la lógica del patriarcado: basta recordar a la famosa foto de la composición ministerial del gobierno Temer, contando sólo con hombres blancos. Antes de eso, el impeachment de la primera mujer presidenta de Brasil vino con el mensaje “chau, querida”. Los ciudadanos comunes estampaban un adhesivo en el carro de un surtidor de gasolina siendo metida en la vagina de Dilma Rousseff


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Los adhesivos de Dilma en la entrada de combustible


Y por hablar en vaginas, también hubo quien le dedicara el voto del impeachment al coronel Ustra – no coincidentemente un torturador que metía ratones en las partes íntimas de las mujeres. Y tampoco coincidentemente este hombre se tornó presidente de la República con una única promesa: liberar las armas.

Estos episodios no son aleatorios. En los últimos años, Brasil ha legitimado y movilizado la misoginia, otrora dispersa y avergonzada. Donovan es, en verdad, una caricatura de una moral masculina que está por todas partes: desde el Palacio do Planalto [Casa de Gobierno de Brasil] al hombre comun que se siente autorizado a matar a una muker-propiedad. (Probablemente, no es mera coincidencia el hecho de que, en la era bolsonarista, los casos de feminicidio hayan aumentado exponencialmente).

Con una ayudita de dólares, bots y “Bannons“, las ideas extremas viajan lejos – y se disfrazan en chistes y memes. Seguidores de Donovan – así como los de Olavo de Carvalho, por ejemplo – hacen videos y textos explicando su teoria. De manera más palatable, ellos dan el paso a paso de como ser hombre de verdad, como organizar una banda o explican porque la violencia es necesaria para mantener el orden.

De a poco, esos pensamientos llegan al grupo de WhatsApp de la familia. Basta recordar a cualquier mensaje “inocente” que dice que el Partido de los Trabajadores [de Lula-Dilma] hizo mucho por las minorias y que el problema del mundo es el feminismo.

Ideas como las de Donovan tendrán siempre eco en el universo de hombres resentidos economicamente y rechazados sexualmente. Claro que la reproducción más directa de su obra en Brasil sucede en los grupos de masculinistas organizados por internet. Pero como antropóloga que estudia a grupos populares – “a las personas comunes” más que a un movimiento organizado –, me intriga como tales ideas extremas pueden tener sentido para el padre de familia, el conductor de Uber, el vigilante y el joven que se alia al tráfico. Muchos de esos perfiles pueden no leer los libros de Donovan, pero viven en un país que, cada vez más, autoriza la eliminación de “debilidades” en el plano simbólico y concreto y que mantienen una relación de idolatria con las armas.

Las crisis económicas tienen un papel fundamental en la conformación de subjetividades, emociones y frustraciones de las personas. Como he argumentado, en Brasil, es imposible separar la crisis económica de la crisis del macho. A lo largo de mi investigación y la de Lúcia Scalco sobre los electores de Bolsonaro, no fueron pocas las veces en que nos deparamos con la moral machista extrema disuelta en agua con azúcar.

El tema económico desestabiliza el papel estructurante de la identidad de muchos hombres: el de proveedor.

Era el hombre que no conseguia explicarnos con argumentos por que apoyaba a Bolsonaro, pero que enseguida publicaba en Facebook que su voto se justificaba porque “Pabllo Vittar dejaria el país” en caso de victoria del ex-capitán. Eran los adolescentes que soñaban en tener armas y llamaban a las chicas del Centro de Estudiantes de “vagabundas marihuaneras”. Era el conductor de Uber que hablaba que “ahora es todo ‘vivan las putas’… El mundo está al revés”.

Esos hombes no eran monstruos ni militantes machistas. Totalmente al contrario: eran gentiles, estudiantes que soñaban tener un empleo, trabajadores honestos. En común, el hecho de ser machos en crisis y que experimentaron lo que el filósofo norteamericano Jason Stanley llama de ansiedad sexual – lo que, al fin de cuentas, es uno de los pilares del fascismo. Y entonces vuelvo al tema de la crisis económica porque ella desestabiliza el papel estructurante de la identidad de muchos hombres: el de proveedor.

En el trabajo de campo, encontrábamos todo el tiempo a hombres desorientados, endeudados, sin perspectivas de futuro y desesperados por tener un revólver. En el plano práctico, conductores a través de aplicaciones decían querer armarse para defenderse del asaltante. En el plano simbólico – rodeado de una narrativa moral acerca de un mundo perdido –,se hacía evidente que ellos querían armarse contra una realidad que leían como desgobernada y, principalmente, que no gobernaban más.

En el libro “The Angry White Man”, Michael Kimmel hace el relato del miedo del ciudadano blanco norteamericano que apoyó a Donald Trump. Son sujetos que, según él, funden dos sentimientos potentes: el sentido de privilegio perdido y el sentido de victimización. Es el sujeto que cree que merece ganar, pero piensa que todo le ha sido dado a las minorias. Son hombres que se sienten humillados y deshonrados. El voto en Trump es un voto de rabia, pero es también un acto de fé en la promesa de un retorno a un pasado perdido.

En el patriarcado, en tiempos de recesión, un hombre en crisis de identidad es un ser reactivo que vé la ascensión de las mujeres como una amenaza.

En el crecimiento económico, nuestros sentimientos y, principalmente, nuestra esperanza tienden a extenderse junto con la ambición nacional. En la retracción económica, nuestro “yo” también se retrae. Es como un cuerpo con baja inmunidad que queda propenso a infecciones, donde afloran colonias bacterianas adormecidas. En el patriarcado, en tiempos de recesión, un hombre en crisis de identidad es un ser reactivo que ve a la ascensión de las mujeres como una amenaza. La idea de que existe un plan de dominación feminista puede tener todo el sentido para un sujeto desempleado, frustrado y destituído de sentido. Formar el club de Tobi, culpar e incluso matar a las Pequeñas Lulus puede ser un camino fácil para la satisfacción inmediata del ego. Lo que autores como Donovan hacen es – por medio de una narrativa simplista, pero perfectamente encajada – es afectar al fuero íntimo de la constitución de esos sujetos, ofreciendole un propósito de vida y el paraíso perdido.

Releyendo a especialistas en fascismo y masculinidad como Jason Stanley, Michael Kimmel y Matthew Lyons, me di cuenta de algo obvio. Esos autores resaltan a diversos ejemplos que muestan como tiempos de recesión son un terreno fértil para el retorno de narrativas supremacistas que van y vuelven desde el siglo 19. Pero en ese va y vuelve discursivo, hay algo incontestable y que no puede ser olvidado: el ataque es una reacción (backlash) a una trayectoria consistente y ascendente de conquistas feministas. Como escribió Kimmel, a pesar de que todavía tenemos mucho por el que luchar en la conquista de los derechos de los más vulnerables, el arco de la historia camina en dirección a la justicia. Algunos pueden reivindicar la vuelta al tribalismo bárbaro, Pero la única verdad en todo eso es que la historia de conquistas de las mujeres es un camino sin vueltas.

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